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Votaciones, otra vez
Nuevas elecciones en Ecuador, para lo cual vale la pena repasar los defectos de los sistemas democráticos.

Votaciones, otra vez
Hace poco me topé en YouTube con un sketch de stand-up del comediante estadounidense Michael Che, en el que se queja de tener que pagar impuestos, para luego reflexionar sobre el hecho de poder votar.
La transcripción al español del segmento del sketch es el siguiente (se puede revisar aquí desde 4:05 hasta 4:28):
“…Y no estoy diciendo que no debería pagar impuestos, pero no debería tener que pagar tanto como alguien que vota.
Yo no voto porque no conozco nada sobre política. Y honestamente, no puedo creer que me permitan hacerlo. ¿No es ese un trabajo importante?
Me permitirán elegir al presidente, ¿es en serio? ¿No tengo que tomar un examen? ¿No necesito una licencia? ¡Necesitas una licencia para bañar perros en este país!”
A pesar de ser parte de un sketch cómico, estas palabras abordan una cuestión crítica de los sistemas democráticos modernos, y que vale la pena tratar en el contexto de un nuevo proceso electoral en Ecuador – la tercera elección presidencial en apenas 5 años.
En sistemas democráticos como los de EE.UU. y Ecuador, la mayoría de la población adulta elige al presidente y a los legisladores para que tomen decisiones en su nombre. Y en el caso ecuatoriano, el voto es obligatorio para la mayoría del universo de personas con la facultad de votar.
Sin embargo, cabe preguntarnos lo siguiente: ¿acaso la mayoría de votantes no está en una situación similar a la de Che en cuanto a conocimientos sobre política? Dicho de otro modo, ¿acaso la mayoría de electores no saben muy poco sobre política?
Y no solo que los votantes están presumiblemente poco informados en política, tampoco existen incentivos para que busquen salir de la “ignorancia” en esta materia. En efecto, debido a que es muy poco probable que un voto tenga un efecto determinante en cada elección, no existen los incentivos para incurrir en los costos que representa mantenerse informado – por ejemplo, dedicar tiempo a leer los planes de gobiernos de los candidatos. A este fenómeno, los economistas lo llaman ignorancia racional.
Ahora bien, el economista Bryan Caplan va más allá: muchos votantes son, además, irracionales. En su obra El mito del votante racional, Caplan argumenta que buena parte de los votantes están llenos de prejuicios, por lo que terminan favoreciendo políticas contraproducentes. A este fenómeno lo denomina irracionalidad racional: como la probabilidad de que un voto sea decisivo es cercana a cero, por lo que el costo individual de votar malas políticas es prácticamente nulo, los votantes se aferran a sus creencias, aun si son irracionales, ya que les representan un beneficio psicológico
Un ejemplo cercano de esto es la Consulta Popular de 2023 en la que se que prohibió la extracción de petróleo en el Bloque 43 – ITT del Yasuní. La mayoría de electores votó a favor de parar la actividad petrolera en este territorio a pesar de que implicara disminuir los ingresos de un Estado que de por sí ya enfrentaba dificultades para cumplir servicios básicos como seguridad, educación y salud. Tampoco importó que el impacto ambiental ya estuviera hecho, ni que el desmantelamiento de la infraestructura fuera costoso, y menos que la población local se viera afectada.
El razonamiento de quienes apoyaron la prohibición probablemente fue así: el costo monetario para el país de tal decisión se divide para la totalidad de la población, y luego se multiplica por una probabilidad cercana a cero de que el voto sea determinante. Es decir, el costo individual de cesar las operaciones petroleras en el Yasuní es infinitesimal, mientras que apoyar la causa ambientalista genera satisfacción personal y mejora la imagen pública del votante.
Si bien los defectos descritos están presentes en todas las democracias, en Ecuador existen políticas que los exacerban. Como se ha dicho, el voto es obligatorio para los ciudadanos de 18 a 64 años. Che dice: “Yo no voto porque no sé nada de política”. Si un número importante de votantes siguiera este razonamiento, el efecto sobre terceros de su ignorancia y sus prejuicios serían menores. Acá, sin embargo, no importa que no sepas nada de política, no importa que te valga un pepino, estás obligado a votar o no recibirás el certificado de votación, ese papelito mágico habilitante de un sinnúmero de trámites – desde sacar el RUC hasta obtener un trabajo en el sector público – que los ecuatorianos adoran emplasticar
¿Qué alternativas existen para estas deficiencias de la democracia? Una propuesta que ha planteado el catedrático norteamericano Jason Brennan es adoptar una epistocracia: un “gobierno de los expertos”. Por ejemplo, que voten solo quienes cumplen cierto nivel básico de conocimientos, o que a quienes tengan mayores competencias se les asigne votos adicionales. El mecanismo preferido por Brennan sería un modelo en el que se simula lo que los ciudadanos votarían si estuvieran bien informados. Para esto, además del voto, se recogería de forma anónima información demográfica de los votantes y se les haría un test de conocimiento político básico, para luego simular sus preferencias ilustradas.
Michael Che, por otro lado, relaciona la capacidad de votar con el pago de impuestos, lo que resulta interesante desde el punto de vista de que son los contribuyentes quienes tienen “la piel en el juego”.
Si bien estas propuestas podrían resultar chocantes, lo que se trata es mejorar los incentivos existentes. Es verdad que la democracia es el sistema de gobierno menos malo que se conoce – remitiéndonos al aforismo churchilleano – pero eso no significa que no se deba buscar mejorarla.
Para el caso ecuatoriano, dejando de lado cambios radicales, un planteamiento lógico sería eliminar el voto obligatorio. Así, se podría reducir la incidencia de la ignorancia racional y la irracionalidad racional. Ahora bien, ¿estarían dispuestos los políticos ecuatorianos a apoyar una medida como esta? ¿Les conviene? La respuesta es: probablemente no.
En definitiva, lo que se expone en estas líneas sirve de explicación para los resultados que tenemos en la esfera política y a la vez presenta un escenario desalentador respecto al futuro de nuestra democracia. Mientras vamos terminando, miles de ecuatorianos se preparan para hacer su ‘agosto’ ofreciendo el servicio de emplasticar el papelito-mágico-habilitante-de-un-sinnúmero-de-trámites.